La salud mental se ha colocado en el centro de la actualidad en lo que llevamos de año. Acapara titulares de prensa y está presente en los debates del parlamento. Su base está en el avance preocupante de enfermedades como la depresión y la ansiedad. Nos detendremos en esta última. ¿Por qué han aumentado los casos y cómo abordarla?
En estos dos últimos años se han incrementado los casos de ansiedad patológica en España un 25%. Según los informes, uno de cada cinco españoles padece algún tipo de trastorno mental. La ansiedad y la depresión son los más frecuentes.
La web de noticias de Tele Madrid señala que España es el segundo país con más casos de trastornos de salud mental de Europa. Junto a Portugal, somos los únicos que superamos el 20% de la población.
La información proviene del estudio oficial “Headway Mental Health 2022” realizado en los países miembros de la Unión Europea.
En el informe, otro de los datos que llama la atención es el porcentaje de suicidios. En España representa el 4,8% del total de muertes. Por encima de la media europea, situada en un 4%. Nuestro país también está a la cabeza en casos de discapacidad por enfermedad mental y en bajas médicas producidas por esta causa.
Los medios de comunicación coinciden en señalar que el detonante de esta situación es la proximidad de la pandemia del covid-19. Es lo que denominan como la pospandemia o la pandemia detrás de la pandemia. Como si la sociedad se hubiera quedado impactada por este fenómeno y aún no se hubiera recuperado.
Para mí, esta es una respuesta sesgada. El problema es más complicado. Países como Italia sufrieron duramente los efectos del coronavirus, igual que nosotros, y presentan menos casos de ansiedad.
Es preocupante en España el aumento de la ansiedad entre los adolescentes. Yo creo que tiene que ver con la falta de expectativas profesionales y vitales. Es, tal vez, la generación mejor preparada de la historia, pero a su vez la que más inseguridad presenta.
Han crecido en una crisis económica intensa, como fue la del 2008, de la que costó mucho salir, y después han visto como el mundo se paralizaba por una emergencia sanitaria. A pesar de su formación, no tienen claro a que se van a dedicar en un futuro ni cómo van a sobrevivir el día de mañana. Esto les crea una incertidumbre permanente.
Por otro lado, nuestra sociedad es más exigente y más hiperactiva. Precisamente, por la inestabilidad económica, el trabajo se ha convertido en el centro de nuestras vidas. Nos esforzamos todo lo que podemos. Nos preocupamos por si no lo hacemos bien y nos van a sustituir por otro. Somos nuestro peor juez. Estamos sometidos, con frecuencia, a un fuerte estrés.
El psicólogo Alberto Soler en una entrevista que le hicieron para la televisión pública valenciana dijo que el 7% de las bajas médicas estaban relacionadas con la salud mental, y más de la mitad se corresponden con la ansiedad.
Aparte de las condiciones sociales, en España existe un prejuicio cultural. En nuestro país, la salud mental es un tema tabú. Algo de lo que no se habla y, por lo tanto, no existe. Decir que una persona tiene un problema mental para los demás es como si estuviera loco. Como si fuera un individuo peligroso.
No se trata con igual naturalidad un episodio de ansiedad como una enfermedad, por ejemplo respiratoria. Esto hace que los pacientes se autorrepriman hasta que ya no pueden más. Mucha gente opina que la depresión es un estado de ánimo y la ansiedad una reacción impulsiva, no lo ven como una enfermedad.
Esto se refleja en la atención que los poderes públicos prestan a estos problemas. España es el país que menos recursos destina a la salud mental de toda Europa. Tan solo un 5% del presupuesto del Estado. Muy lejos del 14,5% que dedica Francia o el 11,3% que invierte Alemania.
Datos sobre la salud mental en España.
En un debate parlamentario, en el que el presidente del gobierno fue a explicar en el Congreso la reunión que acababan de tener con los presidentes de los otros países europeos, el diputado del Más País, Iñigo Errejón, sacó a colación el tema de la salud mental. Otro diputado de una opción ideológica opuesta le respondió: “¡Vete a ver al médico!”
Más allá del comentario desafortunado, la situación puso de manifiesto que la salud mental es un tema que no tratan los políticos. La web de Televisión Española RTVE – Noticias presenta una serie de datos sobre el estado de la salud mental en España que nos da una idea de la necesidad de abordarla con urgencia:
- En la sanidad española solo hay 6 psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes. Si partimos de que en España viven 47 millones de personas y el 20% tiene algún trastorno mental, no tenemos condiciones suficientes para tratarlos a todos los enfermos. Cuanto más, si aumentan los casos.
- Se calcula que más de dos millones de españoles toman ansiolíticos a diario. Un buen tratamiento psicológico haría que los pacientes pudieran abordar sus problemas sin depender de los fármacos. En este momento, los enfermos tienen que doparse para poder vivir.
- Una de cada diez personas mayores de 15 años ha sido diagnosticada alguna vez. Según los datos del Ministerio de Sanidad, un 6,7% de la población padece ansiedad a un nivel. El porcentaje alcanza el 9% en las mujeres y el 4% en los hombres. Frente a eso, la salud mental no está recogida en la atención primaria.
- La salud mental afecta a la población trabajadora. Lejos de pensar que la depresión y la ansiedad son enfermedades de funcionarios, un estudio realizado por el CIS durante y después de la pandemia puso de manifiesto que las situaciones de angustia afectaban más a las personas de clase social más humilde. Ante la situación económica actual, el nerviosismo por el miedo a perder ingresos, entre los trabajadores, se sitúa en un 58,3%, frente a un 28,5% de personas de clase alta o media – alta. El miedo a perder el trabajo entre la gente más pobre llega al 51,2%, frente al 37,3% entre los mejor acomodados. Respecto a la situación socioeconómica, un 34% de los trabajadores declaran sentirse intranquilos o inquietos, frente a un 19,5% de las personas de clase media.
¿Cómo tratar la ansiedad, terapia o fármacos?
Antes de ver cómo tratarla, conviene situar qué es la ansiedad. Según los psiquiatras, la ansiedad es una reacción natural que experimentan los seres vivos ante un peligro inminente. Puede llegar a ser beneficiosa, ya que pone el organismo en tensión y condiciones para poder enfrentarlo. El problema aparece cuando la reacción es desproporcionada, recurrente o prolongada en el tiempo.
La ansiedad generalizada, una de las más frecuentes, presenta síntomas físicos como la fatiga, el insomnio, la tensión muscular, temblores, agitación, sudoración, náuseas, irritabilidad, etc.
La ansiedad genera episodios en los que la persona se siente incapaz de afrontar ninguna situación de la vida. Se encuentra bloqueada. Es lo que se llaman crisis. Puede aparecer asociada a otros trastornos mentales como las fobias, el estrés postraumático, el trastorno obsesivo-compulsivo, los trastornos de pánico.
En algunas ocasiones aparece como un resorte mental que no puede controlar el paciente, y que viene inducido por el miedo a lo que va a suceder en un futuro o a las consecuencias que el sujeto piensa que tendrán sus actos presentes.
Por lo general se tratan de especulaciones, muchas veces desproporcionadas. Para tratar este tipo de ansiedad, la psicóloga clínica de Zaragoza, Marisa Hernández Torrijo, nos comenta que es muy útil emplear terapias de Mindfulness, que eduquen al paciente en disfrutar del aquí y del ahora, y que eviten que tenga pensamientos negativos futuristas.
Muchas de las terapias psicológicas que se utilizan para superar la ansiedad están relacionadas con la gestión de las emociones. Con que el paciente aprenda a controlar las reacciones de su mente antes de que aparezcan y se adueñen de él.
En este sentido, son ejercicios liberadores. Que emancipan a la persona. Potencian habilidades y le dan otro punto de vista para afrontar las situaciones que surjan en su vida.
En el otro extremo, para regular la alteración nerviosa del paciente se recetan ansiolíticos como el diazempam, el lorezepam o barbitúricos como el zolpidem y eszopiclonem, que bloquean determinadas funciones del cerebro y del sistema nervioso y dejan al cuerpo aletargado.
Algunos de estos fármacos se recomienda no tomarlos más de tres semanas seguidas, cuando hay pacientes que lo toman años. Otros como el diazempam generan adicción al cabo de la segunda semana.
No quiero abrir con este artículo una polémica entre los medicamentos o las terapias. En algunas ocasiones hay que utilizar los dos. Todo depende del caso concreto. Lo que si veo positivo es armar al paciente de herramientas para que pueda gestionar su enfermedad de forma consciente. Que pueda superarla por sus propios medios, frente a que dependa de forma indefinida del consumo de sustancias químicas para no encontrarse peor.