A mi parecer, el césped artificial tiene muchas más ventajas que el césped natural. No tengo nada en contra del césped natural, porque soy amante 100% de la naturaleza, os lo aseguro, pero a estas alturas ya no tengo ninguna duda al respecto. Cuando comparas ambos de forma práctica y realista, el césped artificial gana.
Verde Ibérica, instaladores y distribuidores de césped artificial en Madrid, España, y líderes en la distribución de césped artificial Turfgrass, nos ayudan a elaborar un listado de los mejores beneficios del césped artificial:
Mantenimiento, que es la mayor ventaja aplastante por goleada
El mantenimiento es probablemente lo primero que la mayoría de la gente tiene en cuenta. Y tiene sentido, porque el césped natural da trabajo, y mucho. Hay que regarlo, cortarlo, abonarlo, airearlo, escarificarlo, controlar las malas hierbas, vigilar si aparecen hongos, bichos o zonas secas… Es decir, si quieres que esté bien, vas a tener que dedicarle tiempo, esfuerzo y dinero. Y si no se lo dedicas, se estropea. Así de simple. Así que, si no tienes tiempo, ni te lo plantees.
En cambio, el césped artificial no necesita nada de eso. Lo instalas y punto. Si cae algo encima, lo recoges. Si se llena de polvo o tierra, lo puedes barrer o pasarle agua. Y si quieres que esté perfecto, le pasas un cepillo de vez en cuando para levantar las fibras. Fin del mantenimiento. No hay que cortarlo, no hay que regarlo, no hay que abonarlo, no hay que preocuparse por si viene una ola de calor o una helada. El tiempo que te ahorras es una barbaridad.
Agua, un ahorro que es genial para el planeta
Regar el césped natural no es solo una molestia, también es un gasto importante de agua. Y en algunas zonas, ese gasto es mucho más grande. En verano, el consumo de agua se dispara solo para mantenerlo. Y aun así, muchas veces termina amarillo, seco o con calvas.
El césped artificial no necesita ni una gota de agua para seguir verde, solo se le puede echar un poco si hace mucho calor y quieres refrescarlo, o para limpiarlo, pero nada más. El ahorro a final de mes se nota, y más aún si el césped cubre una zona grande.
Además, cada vez se habla más del uso responsable del agua. Muchas ciudades tienen restricciones en verano, y tener césped natural es casi un lujo. El artificial, en cambio, se adapta sin problema y no depende de si llueve o no.
Siempre tiene buen aspecto
Una de las cosas que más me sorprendió del césped artificial es lo bien que se ve todo el tiempo. No cambia, está igual de verde y cuidado en enero que en agosto. No hay manchas, no hay barro, no hay zonas feas… y eso se nota muchísimo en la estética general del jardín o de la terraza.
Con el césped natural, por muy bonito que esté en primavera, siempre hay temporadas donde se ve peor. Si hace frío, se vuelve apagado. Si llueve mucho, se forman charcos. Si hay sombra, crece mal. Si lo pisan mucho, se desgasta. Mantenerlo bien requiere estar muy encima y, aun así, muchas veces el resultado no es el que esperas.
Con el artificial te olvidas de todo eso: lo pones y sabes que va a estar igual dentro de dos meses, dentro de seis o dentro de un año.
Personalmente, lo que más me gusta es que no acumula insectos
Una de las cosas que no siempre se piensa al principio es la cantidad de bichos que hay en el césped natural. No es que tenga nada en contra de los insectos, pero cuando tienes un jardín y te pasas un rato en él, empiezas a notar que hay hormigas, mosquitos, arañas, avispas, gusanos… Y si tienes niños o mascotas, a veces eso es un problema.
El césped artificial no atrae insectos porque no tiene tierra, no tiene humedad, no tiene raíces, y por tanto no es un sitio donde los bichos quieran estar. Se reduce muchísimo la presencia de insectos, y eso se agradece: no hay picaduras, no hay nidos, no hay olores raros… todo es más limpio y tranquilo.
El único «pero» es el impacto en algunas especies, cosa que no me gusta nada
Aunque personalmente valoro mucho esa ausencia de bichos, el césped artificial puede tener un efecto negativo en ciertos animales, como los gorriones y otras aves pequeñas. No lo digo yo, lo ha explicado gente que sabe mucho más de biodiversidad, como José Antonio Gil Delgado, catedrático de Zoología, que en una entrevista decía algo muy claro: “El césped artificial perjudica a gorriones y otras especies”.
Y tiene toda la lógica del mundo: si desaparecen los insectos y los microhábitats naturales, también desaparece parte de la cadena alimenticia. Un jardín con césped natural puede ser refugio, zona de alimentación o de cría para ciertas aves o pequeños animales. En cambio, uno con césped artificial, al ser un entorno más limpio y artificial, puede volverse demasiado estéril para esas especies.
Además, también ayuda a las alergias
Otra ventaja que descubrí casi por casualidad es que el césped artificial no afecta a las alergias. Ni alérgicos al polen, ni al polvo, ni a las gramíneas, porque no suelta nada. En cambio, el césped natural sí puede dar problemas a personas sensibles, sobre todo en primavera y cuando se corta.
Y si además eres de los que tienen alergia a los productos químicos (pesticidas, abonos…), el césped natural tampoco es buena idea. El artificial te evita todo eso, sin tener que dejar de disfrutar del exterior.
Seguridad e higiene
Si llueve y tienes césped natural, es probable que se forme barro, que haya zonas resbaladizas o que se generen charcos. Y si tienes que pasar por ahí, lo más fácil es que termines con los zapatos sucios, o peor, con una caída.
En el césped artificial eso no pasa: no se embarra, no hace charcos (si está bien instalado), y no se convierte en una pista de patinaje. Además, se limpia con facilidad, así que si cae algo (comida, bebida, etc.), se puede dejar como nuevo con un poco de agua.
Dura mucho más tiempo
El césped natural puede estar bien un año y regular al siguiente. Siempre hay algo que corregir, que replantar o que arreglar. Y eso significa más tiempo y más dinero.
El césped artificial, por el contrario, tiene una vida útil larga. Unos 10 a 15 años, incluso más si se cuida bien. Y durante todo ese tiempo, se mantiene estable. No necesitas estar corrigiendo cosas cada temporada, lo instalas y te olvidas.
A la larga, es más barato
Este punto siempre genera debate, así que voy al grano: el césped artificial es más caro al principio, es verdad, pero si haces números, en pocos años se amortiza porque no hay que regarlo, no hay que comprar productos, no hay que usar maquinaria y no hay que contratar a nadie para mantenerlo.
Además, el césped natural también cuesta. Aunque lo hagas tú todo, entre agua, herramientas, abonos, tierra, semillas y tiempo invertido, acaba saliendo más caro de lo que parece. En cambio, el artificial se paga una vez y dura muchos años.
Diseño y flexibilidad
Una ventaja que no se ve a primera vista es la libertad que da el césped artificial para diseñar espacios. Se puede colocar en patios, terrazas, balcones, zonas comunes, jardines verticales, interiores, incluso en paredes si uno quiere.
No hace falta tierra ni sistemas de riego, puedes ponerlo donde quieras, y como hay tantos modelos, puedes elegir según color, textura, altura del pelo, densidad, etc. Eso permite adaptarlo a casi cualquier idea. Y no, no todos los que son artificiales se ven falsos, hoy en día hay modelos que se ven muy naturales.
Lo mejor es que no tan artificial como parece
Al principio puede parecer que el césped artificial contamina más, pero cuando lo comparas con todo lo que implica el natural, no está tan claro. Para mantener césped natural en condiciones hace falta gastar miles de litros de agua, usar fertilizantes, pesticidas, gasolina para segadoras, productos químicos… Todo eso también contamina.
El césped artificial se fabrica una vez y se instala. Y ya está. No contamina más cada día. Además, cada vez hay más modelos hechos con materiales reciclados o reciclables, lo cual también ayuda.
¿Ahorro de agua o protección del entorno natural?
Después de todo lo que he contado, está claro que el césped artificial tiene muchísimas ventajas. No hay que regarlo, ni cortarlo, ni preocuparse por los bichos. Ahorra agua, tiempo y dinero y siempre se ve bien, haga frío, calor o llueva. En ese sentido, es una opción muy práctica.
Pero también es verdad que el césped natural tiene lo suyo. Aunque dé trabajo, es parte del entorno: aberga insectos, alimenta a los gorriones y a otros animales, refresca el ambiente y forma parte de la naturaleza. Cambiarlo por uno artificial puede hacer que todo eso desaparezca poco a poco.
Entonces, la pregunta es: ¿vale más la comodidad del césped artificial o lo que aporta el natural al medio ambiente? No hay una respuesta única, porque depende de la moralidad de cada uno. Hay quien valora más el ahorro de agua y el mantenimiento cero, y hay quien prefiere tener un jardín más vivo, aunque cueste más. Yo los valoro los dos y no tengo una respuesta clara.
¿Tú qué prefieres? ¿Un jardín práctico y sin complicaciones, o uno más natural aunque dé trabajo? ¿Le das más importancia al agua, a los insectos o a la comodidad y a la libertad?